En nuestras derivas por Beire, topamos con un [no] lugar, el andén donde antes se erigía una estación de tren. Preguntamos a lxs vecinxs y poco a poco hemos ido hilvanando un relato fragmentado en torno a ese espacio. Nadie en el pueblo conserva una fotografía de ese lugar, pero hay rumores de que alguna debe haber pululando por ahí. Seguimos buscando.
Esta búsqueda se está convirtiendo en un juego, en el que vamos uniendo piezas de un puzzle y cuando menos te lo esperas aparece una nueva ficha que revela otro detalle hasta ahora desconocido.
Así mismo, pasa con el río. De vez en cuando, se cuela entre conversaciones alguna anécdota relacionada con él, pero tampoco hay imágenes de su pasado boyante [lleno de anguilas, barbos y cangrejos], de antes de estar contaminado, cuando se bañaban, pescaban o lavaban la ropa.
En este tipo de paisajes y otros similares que circundan el pueblo nos parece pertinente acudir a la ficción. El establecimiento de la producción a gran escala deja tras su paso un tipo de territorios explotados que no siguen los ritmos de la naturaleza sino los tiempos del consumo.
