Cultura contemporánea y ruralidad

MURIETA / CONJUNTA / MONTANDO EL TABLERO DE JUEGO

Llegamos a Murieta el jueves a las 8 de la mañana. Lo primero que había que llevar a cabo era un replanteo a lo largo de todo el terreno, valla adentro y valla afuera en algunos puntos estratégicos. Con ayuda del mismo cordel que amarra unas pacas con otras fabricamos la herramienta que nos facilitó llevar a cabo esta labor de topógrafo de una manera ágil y muy precisa. Se trataba de una retícula de 4×4 metros, que haría las veces de tablero de juego; así, marcamos en las cuerdas la medida de las diagonales y además nos servimos de la valla que limita con el campo para tener las primeras referencias. De esta manera, entre los 5 integrantes del equipo, fuimos capaces de marcar más de la mitad del terreno antes de que hicieran aparición las tan ansiadas piezas de este juego. Hacia las 11 de la mañana, se acercaron hasta la puerta un camión con remolque portando nada más y nada menos que 39 packs de 14 pacas cada uno, dando un total de 546 pacas de paja, de medidas 110x47x37 cm y 20 kilos de peso cada una. Los packs de pacas de paja fueron depositados en 4 zonas diferentes del terreno con la ayuda de Julián y su destreza a lomos de una pala. A partir de ese momento comenzaba el duro trabajo de soltar los packs, y reubicar una a una las pacas de paja en los puntos marcados tras el replanteo.  De manera individual al comienzo, y de dos en dos cuando las fuerzas mermaban, poco a poco las doradas piezas fueron completando la totalidad del tablero. Antes de marchar, entregamos en los bares y el supermercado los folletos explicativos del Murietópoli y los lápices con los que poder anotar las reflexiones e ideas.

 El viernes, con ojos frescos y agujetas, volvimos a Murieta a comprobar la precisión de la retícula con la ayuda de un dron. Nos sorprendimos y alegramos mucho cuando descubrimos que la rudimentaria herramienta de replanteo había funcionado a la perfección y el dron desveló lo que no éramos capaces de ver dadas las condiciones del terreno y la perspectiva que uno puede lograr sin ser pájaro. La cuadrícula se veía ortogonal, como las casillas de un tablero, incluso en los puntos donde atravesábamos la valla.