Cultura contemporánea y ruralidad

Falces / Visita 1

Fuimos hasta Falces en autobús. En el camino el conductor tuvo un encontronazo con un camión y paró en medio de la carretera para enfrentarse con el chófer del otro vehículo. Nunca habíamos visto algo así, ni siquiera en la M30 de Madrid. Nos recordó a una frase de una de las artistas participantes de Landarte de otro año que comentaba: “en el pueblo la gente también anda muy estresada”.

Llegamos pronto por la mañana. Día de calor intenso. Demasiado intenso. Por suerte llegamos temprano y pudimos dar un paseo. Las primeras impresiones fueron las de un pueblo grande. Con características de ciudad. Mezcla de arquitecturas. Un casco viejo en descomposición pero de alguna manera vivido. Una gran roca detrás del pueblo. ¿Cómo sería el pueblo sin esta montaña? Suponemos que uno más en medio de una estepa.

Mercadillo. Nos encantan. Llegamos el único día de la semana que hay mercadillo. Hacía tanto calor que Germán se compró una camiseta de tirantes. Se la puso allí mismo. Había que sentarse cada poco tiempo. A tomar la sombra. Pero era un calor que no paraba, ni en la sombra. Pronosticaba lo que luego pasaría, incendios graves. Descubrimos una piscina.

La piscina fue la salvación. Pasamos allí las horas del mediodía. Un precio por temporada muy bueno. Cuarenta y siete euros para toda la temporada estival. Nos planteamos comprarlo. Una piscina de gran ciudad. Grande, con espacio para tumbarse. Muy agradable. Había que ponerse un gorro de baño para entrar en el agua. Raro. En una piscina exterior y con gorro. Hasta al socorrista le parecía extraño. Miró a Germán y dijo que había personas con más pelo en las piernas que en la cabeza. Nos reímos.