Cultura contemporánea y ruralidad

Falces / Visita 3

Llegamos por la tarde. Paramos cerca del río y damos un paseo. Es inmenso. Nos gustaría meternos en el agua. Nos imaginamos a la gente del pueblo bañándose en el río. ¿Sucederá? ¿Sucedió alguna vez? Recordamos que el cauce del río se ha ido desplazando por el territorio manipulado por la fuerza de los humanos. A veces, ayudado por las fuertes lluvias, trata de volver a su emplazamiento original. Comenzamos a grabar sonidos, nos gusta ese lugar. Se escuchan los pájaros y los ruidos de los coches al pasar. Un sonido híbrido, un sonido entre. Un sonido que identifica este emplazamiento entre el campo y la ciudad.

Tenemos un primer encuentro con E y con G. Nos sentamos a la sombra de dos árboles. Nos cuentan un poco sobre ellas. Es su primer día de trabajo. Su primer día de verdad, el primer día de su vida laboral. Intentamos acordarnos del nuestro. En un momento decidimos ir a caminar. Nos quieren enseñar algo. Algo importante. Así que llegamos a una cuesta en la montaña donde se realiza el Pilón, el famoso encierro del pueblo. Mientras subimos caminando nos imaginamos los cuerpos que allí se juntan con motivo del encierro. Cuerpos madrugados, cuerpos trasnochados, cuerpos expectantes de una actividad con peligro. Rocas, caídas, montaña, carreras, sangre y sudor. La intensidad se siente aún en un día cualquiera. Nos planteamos cuál es el papel de la tradición. E y G nos relatan esos encierros con una gran pasión. La tradición les sostiene, les arraiga a ese lugar. Tenemos que volver en esas fechas. Seguro que lo haremos.

La siguiente cita es con L, P, N y J. Nos sentamos en una terraza. Les preguntamos sobre sus vidas. Todos viven en Falces. F trabaja lejos. Conduce todos los días más de una hora a su trabajo. “Chica de gran ciudad” pensamos. Conducir más de una hora te vuelve cosmopolita. Hablamos de eso, de la ciudad, del pueblo, de los alquileres, de las propiedades, del trabajo, del aburrimiento y de la fiesta. Nos descubren algo. Nos relatan cómo la pandemia hizo que todos los jóvenes se conocieran más. Nos cuentan que salieron de los piperos en los que pasaban el tiempo y se juntaron en la calle y en las terrazas. Hablaron con personas que de otra manera no hubieran hecho. —¿Y ahora? —les preguntamos. —Ahora es como antes, pero nos conocemos más —responden. Quedamos en volver en agosto para las fiestas. —Tenemos que hacer estudio de campo —les decimos. Nos reímos juntos.

La tercera cita es con O. Este encuentro lo hacemos caminando. Subimos hasta el castillo, una ruinas de algo que fue un fuerte. Una construcción que ha visto transitar personas de diferentes orígenes a través de las épocas. Desde allí vemos todo el pueblo. Es muy bonito. O es actor. Y se va a Madrid a seguir estudiando. Qué ilusión. Empezar en un nuevo lugar. Descubrir y expandirse. Nos plantea que a pesar de residir en otra ciudad, él ya ha estudiado fuera, le encanta su pueblo y no quiere perder el vínculo. Vivir en varias ciudades, tener diferentes sedes, estar en varios lugares a la vez, paradigma del mundo moderno y de la velocidad. Ya no es como antes. Irse para no volver. Despedirse para siempre. Ahora en tres horas estoy en Madrid, en una en Pamplona, en un segundo veo la cara de mi madre por videollamada y con mensajes me comunico constantemente con los amigos de la cuadrilla. Creamos nuevos significados para la palabra estar.