Cultura contemporánea y ruralidad

Con la necesidad del que tiene que hacer, con el miedo del que no sabe

Es la segunda visita a Jaurrieta. Podría decir, quizá, la segunda en toda mi vida, porque no recuerdo haber estado nunca allí. La primera visita con Landarte fue aquella que había que hacer para que empezara algo; más formal. Una reunión con varios vecinos y vecinas para explicarles la dinámica del proyecto Landarte.

Esta vez estoy yo solo, con la necesidad del que tiene que hacer y con el miedo del que no sabe. Me han acogido dulcemente en el refugio de El Sario, el hostal más céntrico cerca de la plaza. Al rededor de un café han comenzado a preguntarme «¿Qué quieres hacer?». «Lo que me propongáis», les he contestado. Hemos visitado las calles del pueblo y los «barrios» de arriba y de abajo. Las fachadas de cada una de las casas que vamos viendor tienen una historia y van apareciendo en las miradas y en sus bocas de quienes me acompañan. El pueblo tiene infinidad de historias. Para alimentar guiones de películas, series o novelas. A continuación hemos visitado el pequeño museo ubicado en las antiguas escuelas. Tres son los ejes de la exposición: la Patata, la Neska dantza de Jaurrieta y el incendio de 1880. El incendio aparecerá una y otra vez durante la visita. Luego nos hemos reunido con algunos vecinos y vecinas y hemos hablado de cosas de aquí y de allá.

Jaurrieta me ha parecido un pueblo acogedor y cordial desde el primer momento. Hay un mito, y puedo asegurar que es un mito, que los pobladores de los Pirineos son cerrados y desconfiados de los forasteros. Pues no es el caso de Jaurrieta. Me han abierto sus casas como si fuera uno más. Entrar en la cocina de Ana Mari y ella saca sus libros y sus notas para contarme todo lo que sabe. Gonzalo me habla con energía y total compromiso de los proyectos y que haceres que tiene entre manos. No  me olvido tampoco a José, su pasión, alegría y memoria a los 90 años. Me han hecho sentir cerca, han sido amables, me han abierto los espacios de su intimidad con dulzura. Tal vez eso es lo que se ha dado frecuentemente en los pueblos, que las casas, los fogones, las cocinas, han sido lugares de conversación y relación. Así ha sido durante la visita a Jaurrieta.