Cultura contemporánea y ruralidad

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En Gabarderal, los árboles se mueren de tanto regarlos. Cuando llegaron los primeros colonos al pueblo se encontraron un vacío que debía cobrar vida gracias al agua y a sus esfuerzos. El desarrollo infraestructural del canal de las Bardenas era la base de esta vida nueva. Un secano en regadío. Mientras que el agua llegaba sin esfuerzo aparente a las 24 divisiones con posibilidad agrícola, el protoproyecto urbanístico de pueblo registrado en 1959 dentro del expediente nº2323 no contemplaba el alcance de esta agua dentro del entorno doméstico. El agua tenía una clara misión, ser agua productiva. Así, la vida estaba reservada a lo que pudiera salir de la tierra, pero no a los que debían cuidarla y levantarla. La diputación de Aragón, comunidad autónoma que gestionaba la Zona Regable del Canal de las Bardenas, a la cual se adscribe el pueblo de Gabarderal, no registra hasta 1965 el expediente nº3938, en el cual aparece el primer proyecto de abastecimiento de aguas y saneamiento. Es en ese momento en el que se construye el depósito de agua del pueblo, situado a unos 30 metros del canal, desde el que, a través de una pequeña tubería enterrada a escasos 50cm del suelo se abastece por fin, la base vital que requiere el esfuerzo que da vida al paisaje productivo del régimen.

Las bases proyectuales arquitectónicas de los pueblos de colonización iban siempre en bloque. Los planos, las infraestructuras urbanas, los edificios que dotan de servicios públicos, iban siempre en bloque. En plano, Gabarderal era San Isidro del Pinar, El Boyeral y Campo Real a la vez. Según los planos del arquitecto José Borovio Ojeda, todos tenían su bar, su panadería, su casa del maestro y por supuesto sus 24 viviendas pensabas para la producción agrícola. Por el contrario, ninguno de ellos, como ningún otro pueblo de colonización de la zona (salvo Orillena y Cantalobos) dispuso de un proyecto de Cementerio. Como si fueran pueblos ‘pensados exclusivamente para la vida’ afirmaba Miguel Gracia en la presentación del libro ‘El pueblo de El Temple (Huesca): Colonización, historia y arte.’ de José María Alagón. Lugares donde la muerte, la ausencia de vida, no era si quiera contemplada.